¿Es tan diferente la Escuela Austríaca?

Varios estudios se refieren a la Escuela Austríaca de Economía y sostienen que su teoría del valor se opone a la de la llamada Escuela Neoclásica.

Parten de la idea de que para la Escuela Neoclásica el valor de un bien está determinado por su coste de producción: lo pagado por el trabajo, maquinarias y materias primas; dando por sentado que el valor de maquinarias y materias primas está a su vez determinado por el trabajo invertido en producirlas.

La Escuela Austríaca afirma que el valor de un bien es determinado por un factor subjetivo: cuánto le importa a su posible comprador. La determinación de cuánto pagar se debe a sentimientos, como el amor a la belleza, la confianza en una marca o el deseo de ganar prestigio ante los demás.

Pero resulta que el que fabrica bienes no necesita elegir entre considerar esto o el coste de producción: considera tanto un factor como el otro; porque ambos se combinan a la hora de obtener provecho.

Una cosa es decir que una determinada escuela presta más atención a lo subjetivo, y otra es presentar todo como dos explicaciones contrapuestas.

No hay por qué pensar que una idea se contrapone con la otra. Y tal vez sea otro error teorizar sobre el valor, cuando lo que existe en el mundo real son el coste de producción y el precio.

El precio de un bien está constituido por el coste de producción más la ganancia. Se dice que este es un concepto de la Escuela Neoclásica; pero es poco menos que imposible que alguien lo crea constituido por otra cosa.

Lo que sucede es que, al decir coste de producción más ganancia, se comete el error de citar la ganancia como un agregado estático, al que no se presta atención y se incorpora al precio sin pensar.

Esta consideración esquemática de la ganancia parece ser la causa de la sensación de que hay dos teorías distintas.

Cuando un empresario va a estimar su ganancia, de ninguna manera lo hace sin pensar; no elige unos factores excluyendo otros.

Ese acto práctico de la economía es el punto donde se entrecruzan todos los factores, donde se resuelve el aparente dilema entre dos visiones diferentes.

Porque cuando alguien produce algo y, ya bien enterado de su coste de producción, se pregunta cuál será su ganancia, hay una sola respuesta para todas las escuelas económicas y para todos los fabricantes: la máxima posible.

En la determinación de ese máximo posible, que se descubre al encontrarse la oferta con la demanda, juegan tanto los factores que menciona la teoría neoclásica como los que menciona la austríaca. El fabricante jamás desatiende el coste de producción, y jamás desaprovecha ningún factor subjetivo, circunstancial o de otra índole, para ganar lo más que pueda.

Ese aprovechamiento de las circunstancias, en las que juegan todos los factores considerados por la Escuela Austríaca, es una posibilidad jamás ignorada por los protagonistas prácticos de la economía, que no se preocupan por adherir a una corriente de pensamiento.

Para ser más exactos, el coste de producción determina hasta qué punto puede bajar el precio; mientras que los factores subjetivos determinan hasta qué punto puede subir.

Para quien en vez de interpretar protagoniza la economía, con sus decisiones y con su dinero, no hay dos interpretaciones: hay dos factores que se entrelazan. Si él no los conoce bien ganará menos; o perderá.

Los que muestran aversión a atribuir el valor de los bienes al trabajo presienten que la consecuencia sería desembocar en la teoría de Marx, que a partir de eso concluye en que el capitalista es innecesario, que se queda con lo producido por otros y por lo tanto debe desaparecer. Habría un anticomunismo visceral detrás de la enemistad con esa idea.

Pero esa idea no lleva necesaria ni invariablemente a esa conclusión. Los fabricantes, que no suelen ser marxistas, se preocupan minuciosamente por los costes de producción. No pueden ignorarlos porque los pagan.

La supuesta discordancia desaparece cuando en vez de pensar en el valor observamos las únicas cifras realmente visibles: el coste de producción y el precio.

El precio, eso con que se encuentra quien en última instancia hará una compra o seguirá de largo, es la suma del coste de producción más la ganancia.  Y quien persigue una ganancia no ignora ninguno de los factores en juego.

Cuando se ve el lado práctico, la vida diaria de los que realmente protagonizan la economía, deja de tener sentido decir que estamos ante dos interpretaciones.

Publicado por albzamunergmailcom

Escribo sobre qué pasa en las personas y en las sociedades.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar