La privatización del entretenimiento

Hay países donde todo el mundo vive pensando en el ministro de Economía, que es mencionado cada día en un grueso caudal de noticias. Se habla de que hace las cosas bien o mal, se le teme, se le exige, y se espera de él la salvación, la felicidad, o al menos una medida notable que nos aporte la satisfacción que falta en nuestras vidas.

Hay otros países donde nadie sabe cómo se llama el ministro de Economía, si es que tal cargo existe. Nadie vive pendiente de que este personaje desate catástrofes ni de que aporte lo que cada uno echa en falta. Nadie se toma la marcha de la economía como los apostadores se toman una carrera de caballos.

Se escucha decir que en los países sanos y estables la economía es aburrida. Los habitantes de sociedades atormentadas por la inestabilidad suspiran ante esa casi inimaginable posibilidad.

Sin embargo, cuando un país consigue emerger de las convulsiones y pasa a disfrutar cierta estabilidad, cierta etapa de economía aburrida, abundan los que empiezan a sentirse mal porque es demasiado aburrida.

Hasta entonces la vida económica era como la mesa de un casino: se la miraba presintiendo que en cualquier momento determinaría la ruina o la salvación. Es una mesa que da miedo, pero el ser humano se queda ante ella porque vive obstinado en que será más posible la salvación.

En una economía turbulenta sufrimos pero al mismo tiempo esperamos. Otros (no nosotros) nos traerán el padecimiento o la gloria. En una economía tranquila, al fin y al cabo la mejor posibilidad para los habitantes de un país, se acaba el miedo pero también se da un fenómeno inesperado: se esfuma la esperanza de que alguien nos suministre la felicidad.

Nos damos cuenta de que por eso que sabemos hacer ganaremos siempre lo mismo; no experimentaremos un salto a la felicidad como efecto de que el gobierno tome una medida transformadora.

No habrá medidas transformadoras venidas de fuera; solo las habrá si vienen de dentro, solo ganaremos más si sabemos o hacemos más.

Eso que le pedimos a la economía y a los gobiernos —buenas condiciones para poder encarar el mejor modo de ganarnos la vida— es un bien valiosísimo, un estado de cosas no alcanzado en muchas sociedades, pero al llegar nos trae la paradoja de descubrir que nuestra vida está más bien vacía; nadie nos entretiene con la expectativa de traernos la felicidad.

La vida ya no es el espectáculo del sorteo de la lotería. Nadie nos va a entretener, nadie nos va a suministrar lo que queremos.

Si queremos novedad, cambio, satisfacción, no vivamos mirando las noticias con la esperanza de que todo eso nos sea dado por el gobierno: produzcámoslo nosotros.  

Conseguir lo que se quiere, sea bienestar, entretenimiento o felicidad, es una tarea que debe comenzar por decisión propia.

Ahí es posible que muchos descubran que hasta ahora no habían hecho nada con ese fin.

Cuando nos libramos del paradójico entretenimiento de la incertidumbre que nos suministra el desorden, nos nace la sensación de que todo ha quedado vacío.

Parece una pérdida; pero es la mayor de las ganancias. Es ni más ni menos que descubrir que nuestra vida depende de nosotros, y que cuando dependió de otros fue porque la sociedad estaba enferma.

Es sencillamente una vida más sana; una vida más rica.

Si queremos mejorar nuestra economía, la opción no será mirar que hace el gobierno sino hacer lo que esté en nuestras manos. Movernos por nosotros mismos.

En un principio esto es incómodo y da miedo. Después vemos que es lo más saludable y lo más entusiasmante que podíamos vivir.

Y si además de preocuparnos por el dinero nos preocupamos por entretenernos, o por disfrutar y avanzar hacia lo mejor que soñamos, ahí también aparece la opción de no esperar, no entretenernos mirando qué hacen otros con nuestra vida, sino la de que sea nuestra propia voluntad la que encienda la mecha de nuestra diversión.

¿Qué nos interesa hacer? ¿Qué nos gusta? ¿Qué soñamos?

Cuesta trabajo saberlo, decidirlo y ponerlo en marcha; pero al dar esos pasos nos damos cuenta de que esto sí es vida, y lo de antes no lo era.

Publicado por albzamunergmailcom

Escribo sobre qué pasa en las personas y en las sociedades.

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