Las dos envidias

No parece que haga falta discutirlo: todos envidiamos a alguien.

Si somos sinceros tenemos claro lo que queremos, y cada tanto nos encontramos con alguien que más o menos lo consiguió.

Lo más común es que tengamos ganas de estar en su lugar. A esto se le ha puesto el nombre de envidia, que tiende a sonarnos muy feo.

Lo que no hacemos, antes de decir si es feo o no, es considerar que envidia no significa siempre lo mismo.

Ni bien nos ponemos a mirar de cerca, notamos que ese término designa dos actitudes muy distintas.

Más que actitudes hacia el envidiado, son actitudes del envidiante para con su propia vida.

Eso de “tener más o menos claro lo que queremos” varía inconcebiblemente de un individuo a otro.

A veces es sin la menor duda lo que queremos. En esos casos nos ponemos en marcha y estamos dispuestos a todo lo necesario para conseguirlo. Otras veces corresponde usar otro modo verbal: en realidad es lo que quisiéramos, lo que nos gustaría vivir si la vida fuera de otra manera, comenzando por que eso que deseamos fuera fácil.

Cuando no se está realmente dispuesto a esforzarse por lo que se quiere, se desemboca tarde o temprano en la convicción de que no se puede, de que se quisieran determinadas cosas pero nunca se las conseguirá.

En ese caso, si en algún momento vemos a alguien que parece haberlas conseguido, inmediatamente se pone en marcha un primer tipo de envidia: la envidia destructiva.

Si consideramos que lo que deseamos no es posible, nuestra reacción ante ese alguien que parece haberlo conseguido es negarlo, decir que estamos ante un mentiroso que dice tener lo que no tiene; y en caso de que sí lo tenga, insistir en que no puede ser que lo haya obtenido por mérito propio; seguramente hizo trampas y lo consiguió deshonestamente, de un modo que nosotros nunca emplearíamos.

Ya estamos muy acostumbrados a ver en acción este tipo de envidia. No hace falta extenderse mucho más en pintar sus manifestaciones. En el fondo de todo es un arranque de odio hacia el que tiene lo que queremos y no tenemos; odio nacido porque ese alguien parece demostrar que se puede eso que tan reiterada y cómodamente catalogamos de imposible.

Entonces dirigimos todas nuestras fuerzas a afirmar que sigue siendo imposible, que ese alguien miente, o tuvo éxito mediante recursos que por supuesto la gente decente nunca emplea. 

También puede darse el caso de que nosotros mismos seamos parte de los que están dispuestos a hacer trampa, de los que desean algo pero no quieren pagar el precio, y en realidad estemos mirando a ese otro para quitarle lo que consiguió.

También hay quienes, continuando con la idea de que nada es responsabilidad propia, afirman que los exitosos fueron favorecidos por enigmáticas fuerzas externas, y viven rezongando porque esas fuerzas fueron injustas y beneficiaron a quien no lo merecía.

Hasta aquí el tipo de envidia de los que no están dispuestos a moverse por lo que quieren.

Pero resulta que también existen los que quieren algo y no escapan del esfuerzo, los que quieren algo y ponen manos a la obra para conseguirlo.

Cuando estas personas ven que alguien consiguió lo que ellas desean, surge el otro tipo de envidia, que jamás es destructiva, y que casi no merece ese nombre.

Cuando queremos algo y trabajamos sanamente por hacerlo realidad, ver a alguien que lo consiguió no es de ningún modo un drama: es un ejemplo que casi festejamos.

No tiene nada de malo envidiarlo: no es más ni menos que tener claro lo que queremos.

En ese caso, cuando en el envidiante hay una actitud sana hacia la vida, el envidiado es alguien a quien prestar atención para aprender cómo lo hizo.

Esto no es nocivo, y por eso no merece el real nombre de envidia; es simplemente un modo más de proseguir la marcha hacia lo que se quiere y por lo que se aceptó trabajar.

Vale la pena darse cuenta de que la envidia destructiva es un ingrediente más entre todos esos a los que echamos mano a la hora de arruinarnos la vida, y la envidia sana consiste en echar una mirada a lo que hizo otro, sencillamente para aprender cómo hacerlo.

Publicado por albzamunergmailcom

Escribo sobre qué pasa en las personas y en las sociedades.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar